Wanderlust, eso que está tan de moda

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Si no has visto esa palabra alguna vez, no sé dónde has estado viviendo estos últimos años. La he visto en todas partes: bolsos, agendas, tatuajes, cuadros, fondos de pantalla, nombres de usuario, biografías de Instagram… cualquier lugar parecía válido para incluirla. La pregunta es: ¿pero qué narices significa eso?

Mi yo filóloga ha hecho algo de investigación y ha averiguado que wanderlust tiene origen alemán, pero que fue absorbida por el inglés alrededor de 1900. Lo siguiente para la filóloga que hay en mí fue coger el Cambridge Dictionary y analizar la palabra en sí:

wander: to walk around slowly without any clear purpose or direction (en español: vagar)

lust: a very powerful feeling of wanting something (en español: deseo, lujuria)

Después, llegó la hora de buscar la famosa palabra:

wanderlustthe wish to travel far away and to many different places (traducción al español: ganas de conocer mundo, espíritu viajero)

Sin embargo, pienso que ésta es una de esas palabras que no tienen un equivalente exacto en español. Sí, nuestra definición podría quedarse ahí, en el espíritu viajero, pero creo que se queda incompleta en cuanto a significado. Wanderlust implica no sólo las ganas de viajar sino también la necesidad vital de hacerlo, ese cosquilleo en el estómago cuando descubres un nuevo lugar al que quieres necesitas ir, ya, con urgencia. Pero ojo, me refiero a la necesidad de viajar en profundidad, a la necesidad de irse, de conocer lugares, culturas, monumentos, calles perdidas, paisajes varios y de vagar sin rumbo fijo para perderse y encontrarse a la vez. La necesidad de coger trenes, aviones y autobuses para ir de un lugar a otro, la de patearse un sitio hasta el último rincón para después descubrir que aún quedan un millón más.

La necesidad de viajar llenos de planes y de ganas y ligeros de postureo, eso que cada vez pesa más. Claro que se permite subir fotos a Instagram, pero no el retransmitir el viaje en directo. No se le puede prestar el cien por cien de atención a dos cosas simultáneamente. Claro que se permite hacer fotos influencer style, pero no traer un álbum de 2000 fotos en las que no sale nada más que las poses más artificiales risueñas y naturales del universo. Prefiero venir con 200 fotos bien hechas, de lo que me ha gustado, de las risas reales y espontáneas y con el tiempo bien invertido en visitar lugares y en aprender de ellos, no en posar durante 2 horas en el centro de la ciudad para buscar los likes y los elogios.

Porque eso, señoras y señores, no es espíritu viajero.

Ir a la playa en agosto a hacer la ruta hotel – playa – hotel – discoteca y repetir tampoco es espíritu viajero, ni viajar (en mi humilde opinión, como todo aquí). Pero que a todos nos gusta ir a la playa, ojo, a mí la primera.

Me gusta empaparme de los sitios que visito, de buscar cosas y seguir haciéndolo cuando el viaje termina. No me preocupa no cumplir los horarios y dejarme cosas sin ver, es una excusa más para volver y revivir lugares. Prefiero vivirlo bien.

Lo hice en Italia, al menos todo lo que me permitió el planning de un viaje de instituto. No entré en el Duomo ni en San Marcos, ni monté en góndola, pero andé y me perdí por las calles de Florencia y Venecia, y las respiré, y las viví un poquito más. Lo hice en Alemania: no navegué por el Rin y claro que me dejé cosas por ver, pero vi cómo se comportaba la gente en Colonia, de esa manera tan simpática, y cómo en Bonn la gente prestaba y cogía prestados libros de una estantería en mitad de la calle. Detalles.

Mi próxima parada es Barcelona. Ojalá sea capaz de vivirla como creo que se merece. La siguiente quién sabe si será Reino Unido, Turquía, Grecia o Japón, pero ojalá pueda conocerlas de verdad y no sólo de vista.

Es el wanderlust, que me pica por dentro.

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